La felicidá, la melancolía.
Esas dos son las que me emperran el pensamiento.
La cabeza es como una maná de perros en leva, de verdad, se huelen, mueven la cola, muestran los dientes, comen. También pelean y se aman a mitad de calle, como si nadie los viera. Una los ve y se pone roja, pero nadie más los ve, entonces no entienden y creen que una es hipertensa o que le vino algo...A la Soa Lucy, que Dios la tenga en su santo reino, le vino algo cuando estábamos sirviendo la comida a los patrones -una ruma de años atrás, sí-, yo tenía como 25 y puro la ayudaba en la cocina no más, que pelando papas, que desgranando porotos, lavando la tabla de las carnes, ay, tanta cosa que se hace. Bueno, tenía como 25 y ese día habíamos bregao como lesas con el pavo relleno; la Soa Lucy se retorcía de tanto que metía cuestiones en el pavo, que era de 8 kilos más menos, y yo la notaba raaaaaara. Tome agüita de laurel, Soa Lucy, un taquito de limón, Soa Lucy, que la yerbita del sagrado corazón, Soa Lucy, con harta fe, Soa Lucy.
La vieja tomó todo lo que ofrecieron. No le dije na yo, andaba con el genio entremedio de las charchas, que hartas que tenía, así que me puse el delantal bonito y me tiré a poner la mesa, como pa hacer algo y que no la tilden a una de floja, que es lo peor cuando una está recién y puertas adentro... Con tal que ordené los cubiertos, llené los jarros con agua fresquita y vino, puse los platos y las servilletas verdes (los viernes eran las verdes; sábado, conchoevino; domingo, marfil, y así). Miré pa'dentro de la cocina y la Soa Lucy traspiraba como caballo, pero se puso el delantal negro y salió a servir. Yo la seguí con el pavo en la fuente grande que tenía frutitas en relieve, que era la que más le gustaba a la patrona, la fuente era tan grande que no me veía los zapatos, así que entre oler el parqué recién encerado y chantarle el fuentazo a la Soa Lucy fue toda una pura cosa.
Le di con todo el envión en la boca del estómago y, por unos instantes, vi todo como lentito, como en las teleseries cuando el joven de bigote le da el beso a la chiquilla, así mismo, como con las luces convertidas en pelotitas amarillas alrededor de las caras; la Lucy tenía los ojos pa fuera y su cara estaba toda morá, yo pensé porque el pavo se había reventado en el suelo, pero cuando el tiempo volvió a ser el mismo de siempre, me di cuenta que el tiempo de ella se había quedado en el anterior.
Cayó sentada.
Nadie me dijo nada.
Después del luto de dos meses, me dijeron que yo era la dueña de la cocina, pero que ya no se comía más pavo... Yo tampoco dije nada, pero empecé a ver dos mujeres sentadas a la entrá de mi pieza. Una lleva una corona de muñequitas en la cabeza; la otra, le descabeza las muñecas para hacerse collares. Una las ve y se pone roja... cosas de la vida- suspiró.
(De La Liturgia de las Horas)
(De La Liturgia de las Horas)