Me tiene harta la maldita voz grabada que da órdenes cada tantos minutos a la multitud. La voz femenina, impersonal (pero jovial) impartiendo mandatos e información (in)necesaria a una masa de individuos sumidos en su propia soledad, nada màs compartida por unos minutos... porque aunque borregos, solidarizamos con la avidez de hablar. La tenemos todos. Solidaricemos, entonces, con el hombre de gorro de lana roja y con la señora de zapatos rotos o con la muchachita rara que cada tanto detiene sus pasos para escribir.
Que para describir está el método científico: Yo me quedo con la poesía de una vieja en muletas tratando de bajar una escalera.
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