Un árbol no necesita alambres
así como tampoco las alas,
una fractura.
Y menos la libertad, corrales.
Todo se asocia a una asfixia,
a una forma de necrosis
al hambre de medir o precisar.
La verdad
es una construcción en permanente
desmantelamiento,
pero yo me quedo con el movimiento
la borrosa interpretación de la retina
en la huida del colibrí.
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