martes, 23 de febrero de 2016

Intuición.

"La sora Perla caminaba con aire de volumen pétreo, como un gigantesco ídolo de piedra, deslizándose a ras de piso recién encerado por los delicados dedos de Margarita. El olor a benceno le provocaba bienestar, le recordaba las tardes de calor en el taller del tío Froilán, el brasero, el mate embadurnado en grasa de motores, la voz suave y envolvente de don Froilán mientras le cantaba tonadas y las moscas zumbaban alrededor de los charcos de agua apozada en su propia negritud misteriosa.
Un día, llegó al taller y el tío tenía una marraqueta en la mano aprontándose a llenarla con cecinas recién compradas en el almacén; las manos gruesas tomaron las suyas con destreza y las hundieron en el mullido calor de la miga.
Había mantequilla derretida en el centro de ese pequeño volcán de masa, y Perlita -con la primera comunión apenas hecha en la parroquia del barrio- entrevió algo así como el pecado."
(De La liturgia de las Horas)

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