El otro día vi una película francesa en que un hombre comentaba en uno de esos bares tristes de la periferia sobre la moral y la justicia: la moral es de quien puede comprarla y la justicia de quien tiene el poder de sostenerla. Y él sostenía con fuerza una pistola.
Creo que las ideas sobran, y ante ésas, mi cuerpo tiembla como una frágil torre de naipes ávida de certezas.
Sin embargo, (eso dicen) soy la espada que se forja en el dolor, quiero creer que el sentido vendrá al final de esta carretera.