O esto de ser anagnórica...no sé. Las últimas entradas de este blog han sido de un tono, cómo explicarlo, edípico. No en el sentido psicoanalítico de la palabra, sino en lo recargado de su percepción de los hechos una vez que "se pegó el alcachofazo". Entonces, claro...viene la sacada de ojos, el asco, el repudio, y ojalá vomitar las vísceras para después hacerse un caldito y volver a tragarlas. El nivel de histeria de Edipo es notable, comparable a la imbecilidad de Ifigenia o la cobardía de Orestes. Lo bueno de los arquetipos que nos regalaron los dramaturgos griegos es esa capacidad absoluta de identificación. Mmm, no voy a entrar en detalles sobre la huevada de los arquetipos ni la forma vacía que se colma con la personalidad y blablablá. Para eso mejor me hago una trepanación y muestro con orgullo pecaminoso mis neuro-capacidades.
Sí haré el comentario hacia mí misma: Cómo tanto, Lenguaraz, cómo tanto. Tu tristeza desapareció y te quedó solamente el egocentrismo de creer que pidiendo perdón las cagadas se borran. Y para colmo, pidiendo perdón por blog... penosa a morir. Mejor déjate los ojos y a lo tuyo, Lengua-a-ras.