Un día llegó ella. Triste como un traje de novia hecho de papelitos amarillos, depositó una maleta en el suelo y dejó un manojo de llaves en el centro latente de su mano derecha. Parecía una escultura de sal, oprimida de adentro hacia afuera. Afuera. Afuera los árboles hacían su primavera entregados al arte salvaje del viento, pero ella concentraba toda la verdad existente en su precioso ombligo, y había un calor y un susurro, algo así como un susurro que -aún hoy- le sube quedamente por las rodillas.
(De La Liturgia de las Horas)
miércoles, 16 de noviembre de 2016
Advenimiento de Margarita.
martes, 15 de noviembre de 2016
Pobre de ti.
El señor que aparece de espaldas
El señor que aparece de espaldas no es feliz, ha ido
varias veces a Roma pero no es feliz, ha
meado en Roma y no tiene por qué ocultarlo pero no es feliz, ha desaguado
a lo largo de Asia desde los Urales a Vladivostock pero no es feliz, en
excusados de lujo en África pero no es feliz, encima de los aviones
vía Atenas pero no es feliz, en espacios
más bien reducidos lluviosamente en Londres al lado
de su mujer hermosa pero no es feliz, en las grandes playas de
América precolombina pero no es feliz, con un diccionario etrusco
y otro en alemán desde las tumbas Ming a las pirámides
de Egipto pero no es feliz, pensando en
cómo lo hubiera hecho Cristo pero no es feliz, mirando
arder una casa en Valparaíso pero no es feliz, riendo en New York de
un rascacielo a otro pero no es feliz, girando a
todo lo espléndido y lo mísero de¡ planeta oyendo música en barcos
de Buenos Aires a Veracruz pero no es feliz, discutiendo
por dentro de su costado el origen pero no es feliz, acomodándose
no importa el frío contra la
pared aguantando todas las miradas
de las estrellas pero no es feliz
el señor que aparece de espaldas.
De Materia de testamento, 1988.
jueves, 3 de noviembre de 2016
Vísperas.
Ay, Margarita, extendiste tanto tu inocencia.
Tus ojos se abren, inmensos, sin descanso, mirando por el vidrio de la ventana y pareciera que atravesaras el mundo o que desmontaras los objetos como vulgares piezas de madera de una muñeca rota.
La cama está deshecha; miras las sábanas: Tu mente está vacía y, en ese instante, un pajarito revienta su cuerpo contra la ventana.
Te ríes, te veo, Margara, te ries sin trazas de culpa que retengan tu risa.
Tu inocencia equivale a la amoralidad de los dioses, pero eso no lo sabrás nunca, Margara, nunca, sumergida en el terrible pantano de tus horas muertas.
(De La liturgia de las Horas)