El problema con la Nicole es que encontrarse con ella era encontrarse consigo mismo; cada vez que llegaba un cliente a verla salía transfigurado de ese ano, para bien o para mal: Una vez vi a un tipo salir del auto llorando suavecito mientras le abría la puerta y salió ella con cara de haber perdido en el Ludo (a la culiá le gustaba el Ludo y las Damas Chinas y me tenía sendas tardes jugando, cuando el calor hacía que ni las moscas zumbaran)...Qué pasó, huachita, no tenía plata? Negra, no es eso...me dijo que tocó a Dios. Ay, Nicole, pero estos huevones dicen siempre lo mismo. No, Negra, si parece que es verdad, porque apenas me penetró empezó a hablar en lenguas.
Me reí hasta que la mandíbula me dolió, igual que esa vez con el haitiano, pero la Nicole se quedó mirando la pared -ausente-, me dijo:
Cuando eyaculó sentí que el universo era capaz de perdonarse a sí mismo.
Nunca supe bien qué responderle.