miércoles, 6 de enero de 2010

"Era extraño aquel hombre, o por tal lo tomaron..."


Dos o tres casas más allá de la mía, por la vereda de enfrente, a pesar de la invasión de vecinas en enaguas y la plaga de gatos que se ha tomado mi pasaje, vive un hombre.
Solo.
Afiebrado por las grietas que la edad ha cincelado en su rostro y su mente.
Convulso.
Triste.
Obseso, sale a su antejardín con su jockey verde colmado por el sebo de los años y el cansancio de soportar una cabeza enferma. Arrastra los pies, se acerca al frontis de su derruida vivienda. Una mosca eternizada por el momento lo sigue sin piedad, sin embargo continúa su labor febril. Saca de su bolsillo un papelito, un trozo de servilleta usado, una boleta amarilla, verde o blanca, un recorte del diario La Cuarta, papel de regalo, la guirnalda navideña que se rompió hace 3 navidades, envases de helado yasíyasíyasí.
Empapela su casa con desechos propios y ajenos, empapela su vida silenciosamente.
A su modo, embellece y da sentido.

Qué más poético que sus manos temblorosas?

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