Durante una meditación (un poco menos que) trascendental, traté de imaginar cierta acción de otro modo. Vale decir, todas las causas y los azares idénticos pero que desembocaran en una acción otra. Aquello me llevó a re-descubrir que somos lo que somos debido sólo y tan sólo a la noción de valor:
Moví la taza.
Giré mi rostro.
Sonreí al espejo.
Moví la taza.
Giré mi rostro.
Sonreí a mi compañero.
Moví la taza.
Giré mi rostro.
Sonreí a la nada.
...Sólo tres enunciados han cambiado, sin embargo, las tres cuartas partes iniciales han caído en el fuego cruzado de la valoraciones humanas.
Nada cambia, nada es igual. Los ríos son los mismos; sus aguas, jamás. Mi escritura -al igual que un río- muta extraña, extranjera, lleva el filo de sus cuchillos escondido en la espalda, mientras invoco al fantasma de Borges.
Quizás él sepa mejor que yo qué diablos querían las deidades cuando inventaron el infinito.
al comienzo se parecía a un texto que hice hace unos meses, como en diciembre, por ahí... pero le diste al final un toque muy tuyo, me gusto harto :)
ResponderEliminarSaludos.