El amor, como la cocaína, el dolor, el sexo, es terriblemente adictivo. Creo no haber estado, sin un asunto que involucre pantalones, desde que tengo memoria sexual explícita. Atroz, me dice mi amigo imaginario (un travesti a veces argentino, a veces chileno, pero definitivamente muy deslenguado), menos mal que te sigo ganando en cantidad de vergas comidas. Cierto, le replico, pero no en cantidad de corazones devorados, si me permites la metáfora del corazón como albergue del alma.
Stei clin, me dice en pésimo inglés, antes de desaparecer en un vapor azul tipo opio (es muy old school en cuanto a drogas duras).
Y sí, cariño, te hago caso...mantengo rutinas cerradas, calmo la ansiedad con marihuana, salto de la cama a la maternidad y luego los libros de siempre , único gozne con la realidad.
Pero las manos me arden por.
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