Me desmorono como una enorme montaña de gramíneas en el viento.
Sin base ni raíces, huyo por encima de los cuchillos que atacan constantemente esta, que es una de las tantas líneas de pensamiento que viajan en mi interior. Son más que carreteras, son ríos, salvajes ríos en constante furia, se despedazan entre sí y entre los despojos se forma nuevas líneas, cada vez más feroces.
Entre que vivo esta especie de muerte a pulso, algo se me va. Algo azul, como un aroma o un vapor, a pesar de ello y la angustia persistente de no saber qué se me va, hago todo lo posible por volver a edificar los pocos muebles que quedan en mi casa. Cada mueble es otra casa, otra caja, otro animal indefinible, otro ser oculto en mis oscuridades más estridentes.
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