lunes, 2 de enero de 2012

Orgullo y prejuicio...

"Cómo he podido actuar de forma tan despreciable -se decía-. Yo, que siempre he estado orgullosa de mi inteligencia, que siempre he valorado mis virtudes, que he despreciado siempre el candor de mi hermana y me he congratulado de mi propia vanidad desconfiando inútilmente. Todo esto es tan humillante, y cómo merezco esta humillación! Si hubiera estado enamorada, no habría podido ser engañada de tal forma. mi vanidad y no el amor ha sido mi perdición. Complacida con la preferencia de uno y ofendida por el rechazo del otro. Desde que nos conocimos me he dejado llevar por la presunción y la ignorancia y he desechado la razón en lo que les concernía. No me conocía a mí misma hasta ahora."
(Lizzy Bennet en Orgullo y Prejuicio. Jane Austen)

Así que no soy la única que ha caído en este círculo de infierno que es la autocomplacencia y la vanidad maquillada de humildad. En este fragmento, se produce la anagnórisis, se descorre el velo y resulta que el mundo giraba en el sentido contrario, para tristeza de muchos y muchas. 
Ya tenía consciencia de mi capacidad de hacer daño, pero este libro abrió una grieta...Y estoy que me calzo el sombrero puntiagudo del burro de la clase. 
La letra con sangre entra.  




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