¿Escribes todavía con la imperfección que hubiera deseado para mí a tu edad?
... El deseo es un hada tan malévola y sensible, como esas personas que mordiendo una manzana o sorbiendo un helado te llevan a quebrantar todo lo que imaginaste como pecado original, y una serie de imágenes inenarrables se te aparecen en el espejo: acabas de crear una bella historia de desamor y sexo en menos de cinco minutos, la vida es eterna en cinco minutos, suena la sirena, de vuelta al trabajo, pero nunca te has llamado Amanda ni Manuel ni Víctor.
Te recuerdo, sí, entre mis ahogadas noches de verano, y te veo pero no, a lo extremidad cercenada, a lo oscura belleza que se posa en ojos.
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