En mi vida he apostado ciegamente a aquello que se opone a lo razonable, utilizando una serie de nominaciones que van cambiando de piel dependiendo de mis ruso-montañescos estados de ánimo: en algún momento hice la posición binaria Quijote-Quijano; luego le llamé caos; en otros momentos, acudí a la señorita locura con sus consabidos ojitos sin párpados...y así y así y así, podría continuar pero ya no es necesario. Recordaba ayer el blog anterior a este y el anterior al anterior,y mis antiguos diarios de vida que jamás acababa porque tengo una tozuda inclinación a dejar las cosas a medias. Mis escritos (casi)no-literarios son un mapa de navegación por un extraño parque de diversiones que tenía por objetivo negarse una y otra vez a lo impuesto...Como no era capaz de hablar coherentemente, excepto cuando soñaba o pensaba, escribía. Luego, como lo que escribía no seguía la línea de lo establecido, me arrojé a la poesía con la pasión del náufrago al único mástil que quedaba vivo en la tormenta. ¿Debo mencionar que mi poesía tampoco fue comprendida? A pesar de ello, continué con esa doble línea argumental, jugando a ser la imperfecta perfecta cuando era la perfecta imperfecta.
El problema de todo esto es que jugar y apostar cuando se es maniqueo arroja terribles resultados. Me faltaban los matices, todavía me faltan, es que el único tercer ojo que tengo se vuelve ciego ante tanta verdad.
...Porque de razones viven las personas, incluso para acceder a la sinrazón.
Es que no se puede estar loco sin haber estado cuerdo previamente y la ausencia opera en función de la presencia.
Todavía creo que mis manos no son bonitas y que mi pelo se resiste al arresto de cualquier peine: la vida sigue, me dijo uno alguna vez.