El yerro, mi elemento primordial.
Soy la más humana de las diosas, la más olvidada, por ende. La de ojos que envejecen, la de pensamiento inestable, la creadora empedernida de mundos que no serán.
En mi piel están tatuados una serie de nombres perdidos, cifras equivocadas, objetos que no saben su origen ni su función.
Un día tropecé con un enorme charco que me vendió una imagen bella de mí misma. Pero no era yo, sino el anticipo del cielo, la venida de la primavera que me engaña cada vez y cada año, porque soy crédula,
dulce,
infante,
metáfora,
vuelo enloquecido de pájaros.