Constatando mi realidad de circo pobre ante los (tristes) aires virreinales de mi nariz, la postura -quizás demasiado- erguida de mi columna, que impresiona como aparente autoconcepto inflado por el ego desmedido; y la palabra, siempre barroca, acudiente a la lengua como abeja presurosa a la flor más transparente. Sí, el cuerpo es un vestido refractante entre el sema que soy versus el sema proyectado versus el sema que deseo proyectar versus el sema percibido versus el sema interpretado versus el sema escupitajeado del cerebro a la boca comobesocomosecrecióncomogemidovagidolamidamordidasalivacomo.
Constatando todo otro punto posible de observación, soy una hembra punzante, escribiente y difícil, anómala hasta el punto de la normalidad (hoy los anómalos somos legión).
Puedo decir a mi favor que Pizarnik,
que Nothomb,
que Kerouac,
que Camus,
todos esos árboles habitan en mi cerebro de animala metafísica cargada de congojas. Huidobro riega los árboles.
Dios es un jardín.
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