lunes, 24 de noviembre de 2014

Estne nimis, dive?



Escribir es todo. 

Es la trinchera de todo.


Es la máxima relación de equivalencia, con la capacidad de elevar el exponente a infinitas relaciones numéricas de complejidad creciente toda vez que cada entidad o noumen es una probabilidad (in)constante para que el multiverso sustente su propia existencia; para que veas cómo es posible traspasar y ultrajar (qué bonita palabra) discursos -como el de las ciencias duras, en este caso-. 
Borges sonríe desde su cielo disecado e infernal. 
Heidegger, asimismo, sonríe desde el Dasein y con la maldita certeza de que no existe traductor que lo aguante en dimensión alguna.

Como he manifestado, escribir es todo y, además, es el todo. 
El flujo de la conciencia humana como reflejo de la conciencia divina: no queda más que esto en el circo atroz de lo posible.

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