A veces me pasa que no puedo amarte, y dejas de ser Henry y sólo eres un humano más con su puta circunstancia en los hombros.
Un circo de situaciones abyectas me hacen una ronda alrededor y soy una ninfa reventada a patadas en la ingle y en el hígado, vomitando bellísimas rosas coaguladas de sangre y felicidad fingida.
El juego es así, las posibilidades son infinitas por la recursividad del lenguaje...qué asco todo esto, qué tedio no poder dejar de hablar.
La hipergrafía me condena al círculo del autoerotismo y así no puedo amarte, ser que estás allí en el mundo. Las letras siempre giran sobre sí mismas, la otredad en el juego es una ilusión o, como mucho, una servidumbre.
No quiero servirte. No quiero que me sirvas.
¿A qué vinimos a este mundo sino a lamer el olor del conocimiento?
lunes, 4 de abril de 2016
La naturaleza de las cosas.
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