domingo, 12 de noviembre de 2023

Meditación.

Asombrado de su incapacidad de manifestar, Pancracio ensayaba palabras a la par que cortaba alfalfa con la hoz oxidada.
Soy Dios que observa, pero no profiere, se dijo, pero no quedó satisfecho. 
Miró la alfalfa, atravesó su materialidad con los ojos por una indefinida cantidad de tiempo. Todos los otros sentidos humanos retrajeron sus necesarias condiciones para abrirme el paso. Cuánto tiempo tuve que esperar, cuánta sangre.
Cada centímetro de la alfalfa es tejido muerto, estado de putrefacción en proceso. 
Miró de soslayo la casa. Por el ventanuco del tercer piso, una silueta de hembra moribunda enervó su papilas gustativas.
Recordó el sabor de su saliva, el insospechado y mugiente ardor de su calzón, mientras ella yacía -convulsa- en el césped.
Acarició la alfalfa como si lamiera su vestido, mientras la amarraba, amorosamente, con una soga. 

La soledad aún no inundaba los patios ni las calles, infectas de vacío. 

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