Los trapos salvan las puertas.
Cuando el puritanismo se asentóen los autos y en las casas
el puritanismo del horror, me refiero,
una soga de agua invisible
de esas que estrangularon almas
Y reventaron los cráneos
Y precipitaron a lamer
el camino salado del
propio sudor
Una soga
como
rotura
O como metros de tela mojada
en las gargantas
como putrefacta escalera
hacia las fauces de una potestad,
se alzó
para dominar cuerpos
y estrellarlos eróticamente
en pequeños muros
de espanto
-replicados en las retinas de los niños
en la sonrisa brutal
de los espejos
en las teclas
el silencio
y los dedos-
sin otro sentido
que decorar el alma
con los muslos de la muerte.
Ah, pero ya aparece el viento
que arrasa los mundos
y expulsa los pájaros
ya aparecerán los brazos de los dioses.
Veo una explanada blanca
dunas de pieles afiebradas
transformadas en granos de arena
en pequeñas partículas de sonido
que salen de mi boca
y son mi nueva lengua:
emerge un animal bravío.
Nadie se acerca a los límites de los templos.
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