lunes, 16 de diciembre de 2019

29 de Septiembre

San Miguel Arcángel volaba por el pasillo. Otro ángel lo sostenía del abdomen de loza y lo hacía levitar con las manos sucias de tierra y caramelo.
Pensaba si habría oportunidad de huir del jabón de lavar en la cocina.
La señora que presentaba su enorme volumen pétreo tras los vapores de los calderos de greda o cobre solía agarrarlo de las muñecas y llenarlo de lavaza, porque los ángeles deben estar limpios y bien peinados para recibir la comunión los días Domingos, y no usar los artículos de veneración como un herético juguete, sin otro sentido que la vil tentación de un invisible demonio infestando la casa
Comiéndose la escena, las pupilas se centraron en su cabello.
Margarita observó que de los cadejos del ángel manaba un óleo de aroma dulce, como a frutillas levemente pasadas.
Se mordió la lengua, los ojos huyeron al lado derecho, se rascó la oreja derecha con angustia, los zapatos negros tenían una leve capa roja brillante, estaba encerando las baldosas y no pude evitar pensar en la estridente belleza, en el insoportable perfume a niñez y la santa amoralidad de los 7 años, pero lo pensé sin palabras, solo con la clara sensación de que había óleo virginal entre los rizos, un óleo que podría colmar un frasco de vidrio pequeño,  que podría ser venerado como una reliquia; en la sana apreciación de su momento, la Marguita no pudo hacer otra cosa que llorar sin premura. Lloré e hice chocar los tacos contra las baldosas entre el cuello y el hombro picaba
entonces se rascó se rascó se rascó
nunca fue perfecta jamás hubo óleo sagrado o perfume cubriendo sus guedejas
solo una amplia llanura que devastaba recuerdos y le permitía asomar una maletita de cuero con unas pocas pertenencias cuando llegaba a alguna casa a hacer lo que nunca sabía hacer porque la llanura era vacía como una carpeta sin documentos en el escritorio de un oscuro secretario en la biblioteca ancestral de los recuerdos
que nunca tuve

sábado, 7 de diciembre de 2019

Encarnación

El problema es sacrificial.
El primer cordero de Dios, Abel. El segundo, fallido por la misma mano del Divino, Isaac. El tercero, Jesús de Nazareth, y desde allí 2000 años hasta la Cuarta Encarnación, enclavada en un cerro seco, proyectada en un camino sin cuervos, ni larvas: solo un eterno sol sin palabras que rompió las ojotas, luego endureció las plantas de los pies y resquebrajó las manos, tapió los oídos, mató la lengua, reventó los lagrimales. La Cuarta Encarnación, absoluta y perfecta, sin un solo concepto humano en sus células, arrastró su cuerpo a dos líneas brillantes que la condujeron a extraños volúmenes ortoédricos, pero los ojos de un perro fueron los que lo llevaron al asfalto.
A un río sucio como el conocimiento humano.
A casas y barrios de bella composición en el horror.
Aparecieron niños, mujeres, sonidos blancos emanados de las gargantas, hombres, martillos, cartones, ardor, ira, sobre todo ira en las sienes y entonces supo:
La única Verdad está en la muerte.
Apretó la garganta del perro hasta llorar sangre.
Solo entonces supo que estaba ungido por el Espíritu.

viernes, 6 de diciembre de 2019

El despertar de la ninfa

Un mar de arena. No, una explanada rugosa. Montículos que obedecen a un Samsara desconocido, recogen su sustancia y elevan sus magnitudes para luego descender y hundirse en lo profundo de la mullida superficie.  Se puede intuir el espíritu rojo de un ciervo herido, algo como de cuellos quebrados, de mariposas estrelladas contra una ventana.
La depresión del terreno cede y la tensión telúrica se derrumba. Desde ese surco, me desplazo hacia una oquedad enorme: el paisaje hostil se transforma en una esfera blanca y líquida, que cada cierto tiempo es humidificada por una sola gota caída del cielo.
Escucho una voz ensordecedora que me llama y grito, grito, grito, grito, grito, mis tímpanos se revientan.
Desesperadamente me sumerjo en la oquedad.
Y eran mis ojos.
Y eran las arrugas de mis sienes.
Y era yo, una como exploradora de parajes sagrados y desconocidos de mis carnes expuestas.
Y apenas emergió de mi garganta un sonido inaudible, supe que había retornado a la enagua bajo la falda, al los zapatos baratos y gastados, a la infame ignorancia de mis días.

sábado, 14 de septiembre de 2019

Homilía

La vida es bella porque no dura, dijo convencida la Soa Perla. Le tomaba la mano fría, parece un pollito mojado, tráeme unas papas, le voy a hacer una friega, no qué vai a saber tú mejor yo y me paro quejándome de las várices bajo por las escaleras el olor a cera me da algo como tranquilidá como cuando mi madrina me hacía trenzas y sentía el olor de los jazmines con el del pan ahí siempre son las seis y siempre es verano y siempre entra una brisa y se abre por las sienes para terminar en el umbral de la casa que nunca tiene cerrada la puerta
ah sí
entonces arrastro las patas a la cocina y saco tres papas grandes igualito a cuando piden papas fritas con pescado frito y saltan los zapatitos blancos de la Niña Ester tantos años ya tantos años lavo las papas las pelo hay una mosca zumbando encima de la trenza de ajos pero ya no estoy pa andar espantándole la libertad a algo con alas así que me guardo las papas en el bolsillo del delantal este es el de diario eso sí po no el que usaba antes cuando venían visitas ahora casi nadie así que
ah sí
me devuelvo por el mismo camino de siempre no me sequé bien las manos ya no voy a interrumpir todo lo que avancé pa puro ir a secarme las manos mi madrina decía que mejor escupir patrás y no pal cielo y harto que sabía ella de sacarle brillo a las cosas Perlita nunca bote el pan quemado ráspelo bien no más Perlita si le pone limón al pelo se le aplastan las pelusas rebeldes Perlita a veces las cosas pasan Perlita
ah sí
termino de subir la escalera me cansé oye, ya, voy a empezar la friega así que sal con viento retobao de aquí, que no podí na ver tú estas cosas, después dicen que una es qué.

Sabbat

Llega el sábado.

Te encuentro sobre la hierba mojada.
Allí estaba, sus piernas largas, extensas como brazos de mar blanquecino. Nada detenía la prolongación perfecta de sus piernas, zozobrando en otro mar, retenido en el jardín. Intentaba, por todos lo medios, subir una rodilla. Los dedos meñique y anular de su mano izquierda se crispaban cada 85.3 segundos, en un ciclo sagrado de 7 minutos.
El tintineo lejano de la cocina arrojaba ligeros vahos de cazuela de cordero; unas manos vaciaron una cacerola sobre una olla de greda. Todo es sonido. Burbujeo. Olor. Burbujea también la saliva, pensó Pancracio en voz alta. Tomó a Margarita con dulzura desde la nuca y acercó su cráneo al suyo. El éxtasis que la arrebataba no le permitía otra cosa que expeler sagrados óvalos de saliva alrededor de su boca, cuyo sabor quedó impregnado en la lengua de Pancracio.
No hay otro dios.
No hay otra sustancia.

El aire se desgrana. Llegan, desde lejos, voces entrecortadas, un plato roto, zapatos que corren por escaleras con un bulto entre los brazos.
En el parqué quedó el delantalcito blanco: manchas de pasto y orina.






domingo, 1 de septiembre de 2019

Entradas prosaicas I

Cuando las palabras se entierran en un suelo desértico.
Cuando ya vodka, drogas, cine, sexo, siesta. Desde el entierro de la palabra en mi boca, emerge la vulgar sensación de estar incómodamente cercana a un N.N en el metro. Entonces, no te amo.
Sin embargo, tu mano me recoge y retrocede con tanta cautela, con tanto dolor viejo y anudado en tus articulaciones, que no puedo dejar de amar que me cedas el espacio, que me prestes el lado izquierdo de tu cama, esperando que la inquietud de mi mente desaparezca en una bocanada de humo y lengua mojada.
Entonces, te amo.
Te miro, siempre esperas que yo observe primero tu cara.
Trato de no hacerlo, tus ojos son dos lagos de madera fresca.
Cómo no amarte, entonces, me digo: a pesar del silencio desértico, a pesar de las salamandras del deseo de otros, escalando nuestras espaldas.
Te amo, entonces, trato de no hacerlo, pero tus ojos.
La risa.
Tu mano en mi pelo. 

domingo, 18 de agosto de 2019

Bautismo.

No puedo, dijo. No puedo salir de ti.
Un hombro caía por el lado derecho de su cuerpo y pesaba como un desierto de rocas amarillas.
Un recuerdo se precipitó hacia el suelo, rodó por el hombro: era sudor.
Cuando salí de las oquedades de mi madre - pensó con beatitud- alguien me tomó de la muñeca, limpió la sangre, me prendió al pezón de las cabras.
Olor a carbón, a viento reseco, a labios agrietados de vieja y moho en los dientes.
Otra gota de sudor cae al suelo de tierra; la vieja amarra pasto seco y lo amarra con trenzas de cuero. A veces la escuchaba gemir entre los atados de pasto, un sonido enmudecido porunamanomordisqueada tocaba el aire.
Asomó mi pubertad.
Los ojos se arrastran a
los murmullos del pasto seco
          el pantalón
                levemente
                      mojado
me acercosuaveconsalivaenlamano
la misma posición de las cabras.
Acudo.
Otra sangre. Otro olor. Otra lengua seca. Otra quietud de brazos quebrados.

miércoles, 10 de julio de 2019

Mi cuerpo germinal.

Te busco desde mi guerra
de mis espacios atroces
una flor sin color emerge
de la garganta
luciendo un traje de copas
sucias
infinitas
un espejo lustro
acongojado
deslizándose de mi rostro
hacia otros espejos:
El buscarte se ha vuelto una
                                     profundidad
de tierras baldías
                                    una
                                    profundidad
me amarra a tu puerta
invoco mandalas para que caigan
porque salvaje oculto
porque una flor sin color emerge.

jueves, 20 de junio de 2019

Desove.


La migración de los peces, según sus cálculos, comenzó con la muerte de On Anselmo.
Vio la misma claridad de las transparentes catedrales de cristal de la Señora. A la luz, casi se podía saborear el movimiento de las manos sutiles sobre el vidrio soplado, y los haces que atravesaban azarosamente el volumen, coincidían en magnificencia con un lirio tronchado.
Debajo del ataúd pusieron un tiesto con agua bendita, que la Señora siempre tenía mucha, porque nunca se sabe, pues Perlita. El Padre Matte me dijo a la salida de la misa que el demonio está hasta en una falda sobre los 5 centímetros sobre la pantorrilla, y yo me espanté, tengo algo así como 7 faldas la escocesa la de paño azul la de lanilla verde la de lanilla café es que mis piernas son heladas porque Alselmo jamás jamás jamás y yo deseando unas manos en mis rodillas que me quiten el frío y la vivencia cuaresmal del matrimonio arreglado.
Nunca se sabe cuánta agua, por lo mismo, Pancracio miraba cómo el tiesto se llenaba de moscas (los ángeles putrefactos también necesitan agua), pero súbitamente se hicieron ceniza: Emergió de lo profundo del océano bendito uno como pez o como ángel, que atravesó el féretro y dejó un camino gris perla hacia el techo.
Una vez establecido el camino, un cardumen traslúcido (tendiente a infinito) colmó el cielo raso.
Fue el primer asentamiento.
Pancracio miró la multitud cayendo desde el piso hasta la máscara procedimental funeraria.

Nadie prestaba atención a los peces; en el cabello de Margarita se alojó uno que cobró los matices de su pelo.
Estuvo 3 meses allí, hasta que desovó.
Como uvas, los racimos de vida pluricelular caen a la boca, Margarita, los mantengo en mi garganta para hacer de mí, bocanada impura de tus aguas invisibles.

martes, 12 de febrero de 2019

Horizonte de expectativas

Si no fuera porque el cielo abunda en posibilidad.

Si no fuera porque el sexo es un durazno de múltiples carnes.

Si no fuera porque el cervatillo cayó ensangrentado en medio del vacío.

Si no fuera porque el silencio.

Entonces, quizás-amado,
penetraría con mis dedos el tallo de la rosa,
nacería tu bosque de humedad y de sangre.

viernes, 1 de febrero de 2019

Domingo

He dejado tras de mí
un rastro de letras inciertas,
una propuesta temerosa
de lo que pudo ser la luz
floreciendo en mi piel,
rompiendo mis músculos
para abrirse en la rosa.






lunes, 28 de enero de 2019

Sábado.

Tu cuello.
Me sumo en estado de contemplación de nuestro absoluto.
Te huelo.
Mi boca delimita tu espacio.
Eres todo lo que no soy,
te amo.

viernes, 25 de enero de 2019

Viernes




Detrás de la Luna, veo un río.
La claridad ha abandonado las aguas.


martes, 22 de enero de 2019

Jueves

En el camino de las bayas amarillas
te encontré despierto entre la maleza.

Tus ojos eran dos soles sedientos;
mis pechos, dos gajos de naranja.

Un naturaleza viva en óleos,
la miel
los cerezos
mi ombligo
cubrieron todo el horizonte de racimos.

sábado, 5 de enero de 2019

Miércoles



Se arrastran sobre ti
los veo
los huelo
la luz huyó de tu centro
porque huiste de ti.

Pequeños volúmenes de muerte
los veo
los huelo.

Los sé, porque morí y renací,
pero tú
pervives en el ala de un cóndor
pétreo
temiendo la vida.